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En el Japón del siglo X el joven aprendiz  Rikyu para impresionar a su maestro Takeno, agitó el tronco de un cerezo para que cayeran sus flores encima de un jardín que había arreglado perfectamente. El maestro, conmovido por su sensibilidad, lo aceptó en su monasterio. Desde entonces Rikyu es considerado como la persona que comprendió la naturaleza del concepto Wabi Sabi, una filosofía que aboga por el retorno a la simplicidad, a una sobriedad pacífica donde uno puede reconocer y sentir la belleza de formas imperfectas, efímeras y modestas.

Eva Iglesias Bilbao ha interiorizado con acierto dicho arte e impregna con él muchos de sus trabajos.  Si además incorpora unas pizcas de Dadá, Surrealismo y Minimalismo, descubrimos por qué su obra tiene ese aire tan genuino. Nos la expone, coherentemente, de una manera diáfana y cercana.

¿ Acaso la delicadeza de una rama desnuda no tiene más capacidad de evocación que la más espectacular de las  orquídeas ?

A través de sencillos retales de naturaleza seleccionados minuciosamente en el campo y humildes objetos rescatados por azar de algún naufragio, -a veces toscos y sin refinar-, reinventa híbridos  para convertirlos en otra realidad, en paisajes de reflexión. Y la palabra. La palabra, objeto-fetiche introspectivo..., vuela agitada para  caer en su lugar exacto, como flor de cerezo.

Haikús matéricos íntimos, humildes de ornamento, que parecen por sí mismos desalojar todo elemento sobrante para quedarse con la esencia que la artista quiere atesorar.  Esencia que nos enseña a amar y a valorar las pequeñas cosas, con sus defectos, a encontrar la belleza en lo más próximo, en lo desapercibido, en lo infraleve. Trabajos que nos hablan desde la experiencia con sutilidad profunda y que, intemporales, se aferran al blanco como náufrago a su memoria.

La obra necesita perder simbólicamente su máscara para convertirse en figura imaginada, en ficción poética. Los objetos se poetizan.

Y es que a veces la poesía, no necesita de mucha palabra para serlo.

Edu barbero

Objetos poéticos

2018

Objetos poéticos 

2017

 
ODA A LAS COSAS

AMO las cosas loca, 
locamente.
Me gustan las tenazas, 
las tijeras, 
adoro 
las tazas, 
las argollas, 
las soperas, 
sin hablar, por supuesto, 
del sombrero.

Amo
todas las cosas, 
no sólo
las supremas, 
sino
las 
infinita- 
mente 
chicas, 
el dedal, 
las espuelas, 
los platos, 
los floreros.

Ay, alma mía, 
hermoso
es el planeta, 
lleno
de pipas 
por la mano 
conducidas 
en el humo, 
de llaves, 
de saleros, 
en fin, 
todo
lo que se hizo
por la mano del hombre, toda cosa:
las curvas del zapato, 
el tejido, 
el nuevo nacimiento 
del oro
sin la sangre, 
los anteojos, 
los clavos, 
las escobas, 
los relojes, las brújulas, 
las monedas, la suave 
suavidad de las sillas.

Ay cuántas 
cosas 
puras 
ha construido 
el hombre:
de lana, 
de madera, 
de cristal, 
de cordeles, 
mesas 
maravillosas, 
navíos, escaleras.

Amo 
todas 
las cosas, 
no porque sean 
ardientes
o fragantes, 
sino porque 
no sé, 
porque
este océano es el tuyo, 
es el mío:
los botones, 
las ruedas, 
los pequeños 
tesoros 
olvidados, 
los abanicos en 
cuyos plumajes 
desvaneció el amor 
sus azahares, 
las copas, los cuchillos, 
las tijeras, 
todo tiene 
en el mango, en el contorno, 
la huella 
de unos dedos, 
de una remota mano
perdida
en lo más olvidado del olvido.

Yo voy por casas, 
calles, 
ascensores, 
tocando cosas, 
divisando objetos 
que en secreto ambiciono:
uno porque repica, 
otro porque 
es tan suave
como la suavidad de una cadera, 
otro por su color de agua profunda, 
otro por su espesor de terciopelo.

Oh río 
irrevocable 
de las cosas, 
no se dirá 
que sólo 
amé
los peces, 
o las plantas de selva y de pradera, 
que no sólo
amé
lo que salta, sube, sobrevive, suspira. 
No es verdad:
muchas cosas 
me lo dijeron todo. 
No sólo me tocaron 
o las tocó mi mano, 
sino que acompañaron 
de tal modo 
mi existencia 
que conmigo existieron 
y fueron para mí tan existentes
que vivieron conmigo media vida 
y morirán conmigo media muerte.

Pablo Neruda

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